viernes, 29 de noviembre de 2013

POEMA SELECCIONADO

El siguiente poema, es uno de los galardonados como "Primera Mención" para integrar la Antología Internacional "Una mirada al Sur 2013" de Ediciones Pasión de Escritores. 
Con beneplácito, me han notificado que un ejemplar de la Antología le será entregada a Su Santidad el Papa Francisco. 

PAZ

Deshonran tu magnífico nombre
tras el grito ahogado de una bala,
el llanto de un niño sin tierra,
las manos del que agita una bandera
o la tiñe con su sangre derramada.
Te sujetan entre eslabones de acero
que oprimen voluntades perdidas.
Por ti extienden sus territorios,
se apoderan de emblemas sagrados
como trofeo de inútiles batallas.
No eres un símbolo pagano
ni frase sobre pared desgastada
con rostros de mártires soldados
autores de inmortales palabras.
Sin embargo tu nombre seguirá vivo
en el corazón de los que callan,
quienes saben que el triunfo no llega
con el azote o las temibles armas
sino con el poder de tus tres letras
y la Fe por quien entregó su vida

para salvar nuestras almas.

miércoles, 9 de octubre de 2013


EL CASO DEL DOCTOR SPANGEMBERG



El Doctor Spangemberg quitó el aire de la jeringa, llena con líquido azulado, hasta que unas gotas salieron por el extremo de la aguja. Luego, lo inoculó en el tallo de uno de los arbustos del laboratorio. La planta comenzó a desprender sus hojas hasta quedar desnuda (con mi reloj de bolsillo calculé el tiempo: cinco minutos). Me puse los guantes de goma y arrojé el recipiente vacío en la bolsa que más tarde incineraría en la mufla. Él, en tanto, anotaba todo en su libreta.
Rudolf Spangemberg era un botánico y bioquímico renombrado en toda Alemania. Por contactos políticos logró llegar al entorno íntimo del Führer, quien se interesó en sus investigaciones; le entregó todo lo que precisaba: un laboratorio bien equipado y una buena cantidad de francos. Los últimos meses vivió obsesionado por el estudio del ADN en los vegetales ―gracias a unos manuscritos que le entregó, antes de morir, su amigo Albrecht Kossel, colega científico de Berlín―, y la posibilidad de modificar su estructura con mezclas químicas que solamente él conocía. Para tal fin, mandó traer de Argentina varios ejemplares de Ilex paraguariensis, un arbusto muy común en Sudamérica. Yo, apenas tenía la experiencia de un trabajo anterior en una botica, preparando mezclas de hierbas para diferentes enfermedades. El Doctor me apreciaba mucho y no dudó en nombrarme su ayudante.
De una vitrina extrajo otro líquido ―esta vez purpúreo―,  y llenó otra jeringa. Se acercó a la maceta ubicada frente a la ventana y la inyectó. Me pareció que la planta movía una de las ramas y noté que el doctor también, pues acomodó sus lentes para observar mejor la situación.
―¡Rápido! ¡Vaya a buscar la máquina fotográfica! ¡Creo que estamos ante un acontecimiento fundamental para la ciencia! ―me dijo exaltado.
Corrí hasta la habitación contigua y recogí el trípode con la máquina; coloqué en mi bolsillo la bolsa con magnesio y regresé al laboratorio. Calculo no haber demorado más de dos minutos, por eso la sorpresa me dejó consternado. El Doctor Spangemberg yacía muerto en el suelo. La maceta estaba vacía y había tierra desparramada por toda la habitación. Me asomé por la ventana, y no vi a nadie. Tomé el anotador. Spangemberg alcanzó a escribir: “Ensayo 285. Inoculación total. Efecto esperado. El cambio se produjo”.

Salí a la calle y me dirigí hacia la esquina para informarle al agente policial, quien hizo sonar el silbato.

jueves, 6 de junio de 2013


No se por qué, pero desde que salió el sol presentí que algo nuevo iba a suceder. Las crines del cuello se me erizaron, como aquella vez en que lograron amansarme, después de varios intentos por zafar de los bultos humanos que aparecían sobre mi lomo (algunas veces con agresividad); o cuando me compró mi actual dueño, porque en el primer momento lo observé con desconfianza, sin imaginar que conviviríamos muchos años en este campito de Chivilcoy. Presencié el nacimiento de sus tres hijos, los fui llevando de a uno a la escuela, acudí a los casamientos con ornamentaciones de cuero reluciente, e incluso conocí algunos nietos. Mis crines se aclararon al igual que su pelo, y las arrugas de la vejez demarcaron nuestros rostros. Ya no puede montarme, de todos modos mis patas tampoco podrían soportar su peso. Por eso presiento algo. Sale de la casa y se acerca con lentitud, ayudado con el bastón de tacuara. Sus ojos enrojecidos demuestran que tristes pensamientos lo agobian. Dejo que me acaricie y hociqueo su hombro, habitual demostración de afecto entre ambos, por eso no percibí la llegada del camión.
Rodeado por una nube de polvo se detiene muy cerca. El conductor desciende y se saludan; entre abrazos y frases de aliento (sigo sin comprender), el desconocido le entrega unos billetes a mi patrón quien, sin revisarlos, los guarda en el bolsillo. El camionero se acerca y me toma de las riendas. Mi viejo amigo seca unas lágrimas con el pañuelo y se aleja. ¿Qué pasa? ¿Quién es este hombre? Recibo unas palmadas en el anca para apurar el paso hacia la explanada y el interior del camión. Allí recibo la mirada resignada de otros tan viejos como yo, aunque con aspecto más deteriorado. El portón se cierra y el camión emprende su marcha alejándome de la casa. Mi viejo amigo se introduce en ella como si no pudiera soportar la escena (su corazón ya no es tan fuerte), el polvo oculta el paisaje que tantos años recorrí al galope con mi familia.


Ahora sí comprendo.


miércoles, 20 de febrero de 2013


EL HORNERO

Los primeros reflejos de clariluz
aparecen desde el ramillado horizonte
de espinillos y caldenes repletos de brotes.
En lo alto del poste añejo pero firme
se dibuja la silueta oscura del nido.
Inquietas cabezas asoman por el hueco
para aspirar los restos de la noche que se aleja.
El sol comienza a calentar el adobe
y la humedad condensada en su puerta
es el desayuno de quien primero madrugue.
Despedido por una fuerza misteriosa
sale el macho presurable agitando sus alas.
Ella, lo aguarda apenas asomada
en custodia de los óvulos fecundados con amor.
Con el pico rebosante de alimento
regresa al hogar para nutrir a su pareja
y entre picotazos y aleteos se someten a un íntimo cotejo
con las paredes del nido como inhablante testigo.
Así pasa la primavera y los visita el verano.
Nuevas voces se escuchan desde lo alto…
son aquellos que pronto volarán
en busca de su propio destino…

miércoles, 2 de enero de 2013

CUATRO PREGUNTAS EN MI VIDA

¿Cómo?
El Destino juega con nosotros
y trenza los caminos
como los cordeles de un zapato.

¿Cuándo?
La tenue luz del crepúsculo
adormece los sentidos humanos
y permite que afloren imágenes
de pasiones escondidas.

¿Dónde?
La calle mezcla cientos de personas
indiferentes al entorno
pero entre todas las miradas
hay dos que se reconocen...

¿Por qué?
El Universo es una rueda infinita
que gira para volver al mismo lugar.
Luego de la tormenta de odios y rencores
un nuevo amor renace...