domingo, 21 de agosto de 2011

LA CARTA


Caminó por la calle desértica, pedregosa y mal iluminada. Llevaba apretada entre sus dedos la carta, un tanto ajada. ¿Sería cierto?

Aprisionado entre dinteles misteriosos, pensó en alguna salvación, pero no la había. Intentó leerla por enésima vez y las mortecinas luces se lo impidieron. Ya no importaba; conocía cada renglón, cada palabra, cada punto.

Deambuló una cuadra cuando, repentinamente, la figura se interpuso en su camino. Sólo alcanzó a preguntar: “¿Ya es la hora?”.

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