
El científico, orgulloso de su invento (una máquina del tiempo) se la presentó a su pequeña hija. Ésta, curiosa, se sentó y comenzó a jugar con las palancas ante la mirada de su padre. En un descuido, apretó un botón. La niña no sabía quién era ese niño que la observaba. Volvió a apretar el mismo botón, y una mujer embarazada reemplazó al pequeño. Absorta, la niña se bajó de aparato y se marchó de la mano de su abuela.
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